Fue en Creta, alrededor del 3.000 A. C, donde comenzaron las construcciones de viviendas organizadas en torno a un planeamiento urbanístico, tal y como las concebimos en la actualidad. Ya entonces piedra y madera fueron los materiales utilizados. ¿Casualidad? Seguro que no. La piedra, un material excedente en la naturaleza, ofrece una serie de características bioclimáticas que la hacen adecuada a casi cualquier latitud.
Su uso es especialmente apropiado para espacios en los que desea una importante masa térmica, ya que la piedra es ideal para mantener la temperatura requerida. De esta manera, cuando una pared construida en piedra recibe la luz solar es capaz de almacenar el calor en el interior de la estancia y mitigar la oscilación térmica.
El único inconveniente de este material es el escaso aislamiento térmico que genera. Por ello, si se utiliza para recubrir una pared exterior, ésta debe ser pertinentemente aislado para evitar la pérdida de calor.