Reduce la potencia de la calefacción. Bajando la temperatura sólo 1°C puedes reducir tu factura entre un 5 y un 10% y evitar hasta 300 kg de emisiones de C02 por hogar y año.
Programa el termostato para que, durante la noche o cuando no estés en casa, baje la temperatura, y cuando te despiertes o vuelvas a casa la temperatura sea agradable de nuevo. Esto reducirá la factura entre un 7 y un 15%.
Reemplaza tus ventanas por unas de doble acristalamiento. Será necesario realizar una inversión inicial, pero reducirá a la mitad la energía perdida a través de las ventanas y te compensará a largo plazo. Si además compras lo mejor del mercado (unidades de doble acristalamiento y marco de madera con vidrio de emisiones bajas y relleno de gas argón) puedes ahorrar más del 70% de la energía perdida.
No dejes escapar el calor de tu hogar. Cuando ventiles la casa, abre las ventanas sólo unos minutos. Si dejas una pequeña abertura todo el día, la energía necesaria para mantener el interior caliente durante los seis meses de más frío (temperatura exterior de 10° C o menos) será de casi una tonelada de emisiones de CO2.
Intala un buen sistema de aislamiento, una de las maneras más efectivas de reducir las emisiones de C02 y ahorrar energía a largo plazo. El calor que se va por las paredes, el tejado y el suelo suele suponer más del 50% del calor perdido en todo el espacio. Aísla los depósitos de agua caliente, las tuberías de la calefacción central y las cavidades de la pared, y ajusta láminas de aluminio detrás de los radiadores.
Mueve tu frigorífico y tu congelador. Si están cerca de los fuegos o de la caldera, consumirán mucha más energía que si están apartados de ellos. Por ejemplo, si se colocan en un sótano donde la temperatura es de 30-35° C, el consumo de energía es casi el doble y provoca una emisión adicional de 160 kg. de CO2 al año en el caso del congelador, y de 320 kg. en el caso del frigorífico.
Descogela el congelador y el frigorífico periódicamente. Incluso es mejor reemplazarlos por otros modelos nuevos, ya que ahora todos tienen ciclos automáticos de descongelación y son casi dos veces más eficientes que los de antes. A la hora de comprar nuevos electrodomésticos (no solamente frigoríficos, sino lavadoras, lavaplatos, etc.), elige los que tengan la etiqueta europea de Grado A, que significa que son muy eficientes; pero compara también el consumo de energía entre los aparatos de Grado A porque puede variar de unos a otros.
Ten cuidado con las configuraciones que empleas. Si pones el frigorífico al máximo, no sólo consumirás más energía sino que los alimentos no se conservarán frescos tanto tiempo porque pueden estropearse al congelarse.
No pongas en el frigorífico alimentos calientes o templados. Ahorrarás energía si dejas que se enfríen primero.
Comprueba si el agua está demasiado caliente. No hace falta que el termostato del cilindro esté por encima de 60° C. Lo mismo ocurre con la caldera de la calefacción central. Recuerda que el 70% de la energía consumida en los hogares de la UE se gasta en calentar la casa, y otro 14% en calentar el agua.
La actividad humana genera seis gigatoneladas de dióxido de carbono al año, pero la Tierra sólo puede reciclar tres. El resto se acumula cada año en la atmósfera, intensificando el efecto invernadero. ¡No olvides ahorrar energía!
Llena el congelador.
Mantelo lleno para que consuma menos energía. Un congelador lleno consume menos energía que uno vacío. Si no lo tienes lleno, mete algunas botellas de plástico con agua o incluso periódicos viejos hasta que necesites el espacio.
Limpia el polvo de las bobinas de detrás de tu nevera para ayudar a dispersar el calor y mejorar la eficiencia energética de la nevera. ¡Un frigorífico con las bobinas sucias puede gastar un 30% más de electricidad!
La temperatura recomendada para una nevera es de 1 a 4º C y la del congelador debe fijarse en -18º C. Cada grado por debajo de estas temperaturas no influye en la buena conservación de los alimentos, pero sí incrementa el consumo energético en un 5%, aproximadamente Utiliza un termómetro para comprobar la temperatura de la nevera y el congelador.
Descongela la comida sacándola del congelador la noche anterior y colocándola en la nevera o, simplemente, dejándola en la encimera de la cocina. ¡Evita descongelarla en el microondas y ahorrarás en la factura de la luz!
No utilices el prelavado de la lavadora. En las lavadoras modernas puedes saltarte este ciclo y consumir un 15% menos de energía.
Si es posible, cocina de una vez. Cuando hagas una quiche o una lasaña, aprovecha que el horno ya está caliente y haz también un pastel de manzana. ¡Ahorrarás un 50% en el consumo de gas o de luz!
Apaga la cocina o el horno unos minutos antes de que la comida esté lista, y utiliza el calor residual para terminar de cocinarla.
Para ahorrar energía al cocinar, corta las verduras en trozos pequeños para reducir el tiempo de cocción. Cuando hiervas o cocines al vapor verduras, hierve primero el agua en una tetera, en lugar de en la placa, y utiliza sólo la que te haga falta.
Plancha la ropa de una vez, y no una prenda ahora y otra más tarde. Así ahorrarás la energía que se consume en calentar la plancha cada vez que la utilizas.
Cámbiate a lámparas LED. Estas lámparas, que tienen una vida útil de unas 100 000 horas, funcionan durante años y años sin producir ningún residuo, ni la consiguiente contaminación.
En la oficina, cambia la vieja pantalla del ordenador por una pantalla LCD energéticamente más eficiente. Con un uso de la pantalla de ocho horas diarias, puedes ahorrar hasta 100 000 W en un año.
Referencia: Comisión Europea